Cuando hago el reportaje de las Cien millas Sierras del Bandolero, les pregunto a los participantes, «¿Qué es Bandoleros?»

Cada uno me dice una cosa que busca en su interior, en su corazón y mente.

Pero este fin de semana, tras tres ediciones con esta prueba, me he dado cuenta de lo que es realmente.

Bandoleros es más de 400 voluntarios que se entregan en cuerpo y alma. Desde Prado del Rey a Ronda.

Voluntarios que sin pensarlo, se enfrentan a largas horas de espera para brindar atención al participante. Noches sin dormir para que no se vean solos ni les falte una sonrisa cada 15 o 20 kilómetros.

Es un club entregado por y para esta prueba.

Es cada una de las almas que se ponen en esa linea de salida, con sus nervios, sus ganas, sus miedos, y sus incertidumbres. Porque saben que ese territorio no se lo va a poner fácil.

Saben que es tierra que lo qué te da, te lo quita de golpe. Que lo mismo te deslumbra el sol, que te absorbe una tormenta sin piedad y que el agua, el barro y el viento serán tus peores enemigos.

Saben que son cien millas de auténtico auto conocimiento, de descubrir el Yo interior que tiene cada uno.

También es descubrir a una nueva amistad que ha corrido y caminado a su lado en momentos de dureza y que el espíritu de Bandoleros ha querido unir para siempre.

Es saber que cada paso dado es un paso ganado y vencido a esa incertidumbre. Es un paso que hace grande el alma de quien participa al superar cada tramo y enriquecerse de esa Sierra y su gente.

Es caerse y levantarse una y otra vez. Es ver caras de dolor y sufrimiento en el kilómetro 120, y es ver cómo cambia ese gesto a emoción en el 166.

Es cada abrazo en meta, cada lágrima de orgullo derramada, cada gota de sangre que ese territorio ha querido cobrarse como peaje.

Es, Territorio Bandolero.